Metal y plástico

Historia

Metal y plástico

Regresar

El cartel esmaltado fue, en Europa y América, un auténtico enamoramiento, no exento de problemas estéticos. A medida que los carteles llenaban gradualmente las paredes, cualquiera que diseñara uno nuevo se veía obligado a hacerlo más llamativo y agresivo que los existentes.

Visto por sí solo, un signo bien podría haber sido espléndido; una pared atestada de multitud de ellos en disposición aleatoria podría resultar desagradable tanto en sí misma como en relación con su entorno.

Surgió una fuerte opinión contra la proliferación de signos, pero su eventual extinción estuvo determinada, sobre todo, en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, por su propia especificidad.

Los carteles eran costosos de fabricar y el gasto sólo podía justificarse mientras los mensajes que transmitían siguieran siendo relevantes. Pero para el ya maduro campo de la publicidad, basado como está en la continua evolución del mensaje, un mensaje indestructible era lo peor que podía imaginarse.

Los carteles esmaltados se convirtieron en una antigua forma de valorizar el producto y, poco a poco, fueron desapareciendo de las paredes de las tiendas. Esa misma especificidad que los había bajado de las paredes, sin embargo, les permitió sobrevivir y evolucionar en el ambiente cerrado de la estación de servicio.

En cuanto a los costes, fue necesario reducirlos: primero se sustituyó el esmalte cocido por una versión sintética y luego se abandonó el soporte metálico en favor del plástico.

.

Stazione di servizio
Suscríbete al boletín

    Al registrarte aceptas la Política de privacidad

    Síguenos en redes sociales
    En coordinación con