1920. Gasolineras o Estaciones de gasolina

Orígenes americanos

Los surtidores visibles fueron los protagonistas de los años 20, una década en la que los avances de la motorización y de la distribución de combustible avanzaron con fuerza.

En 1920, el surtidor de gasolina se había convertido en parte del paisaje, al igual que las farolas y los buzones de correo. El número de gasolineras en territorio estadounidense se acercaba a las quince mil, aunque a estas alturas todavía no se podía decir que fueran estéticamente satisfactorias.

Se trataba más bien de construcciones toscas e improvisadas, en las que nadie se preocupaba de coordinar formas y colores, siendo la mentalidad de sus propietarios todavía la de los primeros tiempos, cuando el automovilista solo pedía que le llenaran el depósito.

Contra esta mala educación comercial surgieron opiniones que obligaron a todos, vendedores y fabricantes, a reconsiderar el problema, y las grandes empresas empezaron a ver que podían mejorar su imagen corporativa mejorando y unificando el aspecto de sus puntos de venta.

Y así comenzó el florecimiento de las nuevas estaciones de servicio, en las que la búsqueda de lo bello a toda costa trajo resultados de todo tipo, y el propio diseño de los surtidores, foco y razón de ser de la gasolinera, se volvió fundamental.

De repente, se requirió que las bombas fueran bellas en el verdadero sentido de la palabra, a veces hasta el punto de armonizar directamente con la arquitectura de la estación. Los fabricantes (casi doscientos en 1925, grandes y pequeños) se enzarzaron en una batalla sin cuartel para encontrar nuevas soluciones formales. Al no poder eliminarse el vaso medidor de vidrio, se exaltó su presencia.

Apoyado sobre una base que contenía la bomba, se añadieron accesorios decorativos en latón, cromo y esmalte de colores. En ciertos casos, la bomba fue reemplazada por un compresor subterráneo que empujaba el combustible en lugar de aspirarlo hacia arriba.